¿Comunicando que puede ser no gerundio?

Una frase que he escuchado muchas veces en la interacción padres e hijos: «Ven pronto», vamos a analizarla desde varias «lentes».

1. Inicio detonador

Ven pronto”, le dice la madre mientras la hija de 17 años ya está medio fuera por la puerta, zapatillas puestas y móvil en modo “planes con amigas activados”. La chica hace un gesto con la mano, mezcla de “sí, sí” y “no prometo nada”, y la noche empieza para ambas… de formas muy distintas.

2. Desarrollo reflexivo

La escena es tan cotidiana en muchas casas españolas como el olor de la tortilla un viernes por la noche. Una madre lanzando su clásico “ven pronto” y una adolescente respondiendo con ese lenguaje universal que es la media sonrisa evasiva. No hace falta leer a Minuchin para saber que aquí hay un baile de límites, expectativas y necesidades que cada una vive desde su propio lado del puente.

Para la madre, “ven pronto” suele ser una mezcla de preocupación real, cansancio acumulado y el deseo profundo de que su hija esté bien. Para la hija, en cambio, puede sonar a “no confías en mí” o a “siempre lo mismo”. Dos posiciones enfrentadas… pero, si miramos con la lupa de la mediación de Harvard, lo que hay detrás no son posiciones, sino intereses distintos: la madre busca seguridad y tranquilidad; la hija, autonomía y reconocimiento.

Aquí es donde la visión sistémica nos ayuda a poner orden. Minuchin hablaría del subsistema parental, encargado de marcar el marco de seguridad; y del subsistema adolescente, que necesita espacio para crecer. Si los límites son demasiado rígidos, la hija puede sentir que siempre va con correa. Si son demasiado difusos, la madre se queda despierta mirando el móvil cada cinco minutos. El reto es encontrar ese punto medio dinámico que, como todo en la adolescencia, cambia casi cada mes.

Desde la óptica estratégica de Haley, “ven pronto” puede convertirse en un intento de solución que, repetido mil veces, deja de funcionar. La madre lo dice para prevenir problemas; pero a fuerza de repetición, la frase pierde efecto, la hija desconecta y ambas entran en la misma danza: cuanto más insiste la madre, más se resiste la chica. Y cuanto más se resiste, más insiste la madre. Escalada perfecta.

La Escuela de Milán nos invitaría a mirar la escena desde otro ángulo, con su famosa circularidad: ¿qué pasa antes de ese “ven pronto”? ¿Qué historias familiares se activan? ¿Ha habido alguna noche complicada que todavía pesa? ¿O quizá esta frase es un ritual de despedida heredado de abuelas y tías que la madre repite porque así se dijo siempre en casa?

Y si traemos a Palo Alto, podríamos observar que a veces la comunicación se atasca no por lo que se dice, sino por lo que se oye. Cuando la madre dice “ven pronto”, la hija puede escuchar “eres irresponsable”. Y cuando la hija responde con evasivas, la madre oye “me da igual lo que sientas”. Ambas están contando historias distintas… y ninguna está equivocada del todo.

Una visión circular-narrativa nos sugiere algo potente: quizá no se trata de cambiar la frase, sino la historia que hay detrás. Que “ven pronto” deje de ser un recordatorio de tensión y pase a ser un código compartido, casi un ritual que se pueda resignificar: algo así como “cuídate y vuelve con calma, que aquí te espero”.

Porque, en realidad, lo que sostiene el vínculo no es la hora de llegada, sino el sentimiento de conexión. Hay madres que descubren que cuando hablan antes con su hija (qué plan, con quién va, cómo vuelve), la necesidad de controlar se reduce porque ya están más dentro de la historia. Y hay adolescentes que, cuando sienten ese reconocimiento, devuelven pequeñas muestras de responsabilidad: un mensaje, un “ya estamos de camino”, un llegar incluso un poco antes de lo pactado.

La convivencia con un adolescente de 17 años es como ajustar la temperatura del agua en la ducha del baño de la casa del pueblo a la que vamos una vez cada cierto tiempo: nunca está perfecta a la primera, pero con un poco de paciencia, diálogo y sentido del humor se puede encontrar ese punto templado donde todos se sienten más tranquilos.

3. Dos consejos prácticos

  1. Convertid “ven pronto” en un acuerdo claro y concreto.
    Hablándolo antes, elegid juntos una hora razonable teniendo en cuenta edad, tipo de plan, distancia y día de la semana. Ponerlo por escrito (WhatsApp familiar incluido) a veces evita discusiones posteriores y da sensación de corresponsabilidad.
  2. Pedid un gesto y ofreced otro.
    Ella se compromete a avisar con un mensaje breve (“Ya estoy de camino”), y la madre se compromete a confiar mientras ese mensaje llegue. Ambos gestos reducen ansiedad y evitan la escalada de controles y resistencias.

4. Dos preguntas para reflexionar en familia

  1. ¿Qué quiere decir realmente cada una cuando suena el famoso “ven pronto”?
    ¿Qué emociones o necesidades hay detrás?
  2. ¿Qué acuerdo horario o de comunicación ayudaría a que ambas os sintierais más seguras y más libres a la vez?

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