Las emociones en casa: aprender a reconocer el “juego de espejos” entre padres e hijos

Convivir con un hijo adolescente no siempre es fácil. Muchas familias describen esta etapa como un terreno lleno de discusiones, silencios incómodos, puertas que se cierran de golpe y emociones a flor de piel. Pero lo que a menudo pasa desapercibido es que esas reacciones que tanto desconciertan a madres y padres no solo hablan de los hijos, también reflejan aspectos no resueltos en los propios adultos. Se trata de lo que algunos autores llaman el “juego de espejos” en la relación familiar.

¿Qué significa el “juego de espejos”?

Cuando un adolescente se rebela, se aísla o se muestra indiferente, sus actitudes pueden activar recuerdos y heridas no resueltas en los padres.

  • La rabia que sentimos ante su desobediencia puede conectarnos con la que vivimos en nuestra adolescencia.
  • Su falta de motivación puede recordarnos sueños frustrados.
  • Su distancia puede reabrir viejas heridas de incomunicación con nuestros propios padres.

En otras palabras, el adolescente refleja, sin proponérselo, aquello que los adultos llevan dentro.

Reconocer lo que nos pertenece

El primer paso es distinguir lo que corresponde al hijo de lo que pertenece a la historia emocional del adulto. Una pregunta útil puede ser:
👉 “¿Estoy reaccionando a mi hijo o a mi propia experiencia pasada?”

Ejemplos:

  • Una madre que se irrita en exceso cuando su hija llega tarde puede estar reviviendo la rigidez de su propia educación.
  • Un padre que se siente herido porque su hijo no le cuenta sus problemas quizá revive la distancia que tuvo con su progenitor.

Identificar estos reflejos ayuda a cambiar la perspectiva y a responder con más conciencia.

Cómo gestionar el espejo con conciencia

Algunas estrategias prácticas:

  1. Practicar la pausa. Antes de responder de forma impulsiva, detenerse y respirar.
  2. Nombrar lo que se siente. Decir “me preocupa” o “me da miedo” en lugar de gritar o imponer castigos desproporcionados.
  3. Recordar que el adolescente no es el enemigo. Está en un proceso de independencia y eso trae contradicciones.
  4. Revisar la propia historia. Reconectar con la propia adolescencia y aceptar que aún influye en la forma de educar.
  5. Dar ejemplo. La calma y el autocontrol de los padres enseñan más que cualquier sermón.

Una oportunidad de crecimiento compartido

La adolescencia no es solo un desafío para los hijos; también lo es para los padres. Cada conflicto es una oportunidad de crecimiento personal y familiar.

En lugar de imponer nuestra manera de hacer las cosas, podemos aprovechar esta etapa para cuestionarnos, madurar y acompañar. Al hacerlo, los hijos aprenden que los adultos también se transforman y que el amor puede convivir con las diferencias.

Criar a un adolescente no significa moldearlo a nuestra imagen, sino acompañarlo en su propio camino. Y en ese proceso, aprender a mirar el espejo con honestidad puede ser la mejor lección que demos como padres.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies

Descubre más desde Luis Vilas Buendía

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo